Pensarme en misión, como pensarme misionera seria para mi, como el vestirme con hábitos muy grandes. Me encontré en tierra de misión no, por el ansia de ir a otros lugares para ser testigo del amor de Dios. Tampoco puede decir de haber tenido siempre el deseo de la misión ad gentes. Para mi el ir en misión, vino en primer lugar de la mano del voto de obediencia que me decía de ir al Ecuador y del empeño personal en querer vivir mi consagración bautismal. Parti para mi tierra de misión, Ecuador, con ese SI a la obediencia y con ese empeño casi inconsciente. Y así, Ecuador fue para mi como un tatuaje, un signo que me quedará marcado en manera perenne, porque recibi la gracia de hacer grandes experiencias de condivision humana en primer lugar, además de una profunda condivision de fe. El error cuando se va en misión está en la convicción que vamos para llevar, cambiar, trasformar algo; pero me di cuenta haciendo camino que ese algo se conquista en el compartir valores humanos, morales, cristiano que cada uno pone a disposición del otro. Por eso me enriqueci de esa fe simple, pura pero a la vez tanto profunda con la que la gente de Pajan – Manabí me nutrió por 5 años. Fui in misión con Beatriz y apareció en Maestro en mi vida, porque lo vi en esos catequistas que, sin importar lluvias torrenciales o un sol fuertísimo, hacían quizás 2 o 3 horas de caminos fangosos o polvorientos para participar de los encuentros de formación. Vi al Señor en cada niño de la catequesis que se abrían a la maravilla de la Creacion, allí tanto bella, como virgen. Lo vi en los jóvenes que esperaban con tanto deseo los encuentros semanales del grupo. Lo vi en ese estilo particular de ser Iglesia, donde todos, desde el obispo hasta el último feligrés, según el carismo recibido, se comprometía a ser “piedras vivas”.  Para mi, fue una experiencia única, porque me permitió encontrar al Maestro en personas como yo, que buscaban Su Presencia en el cotidiano, esas mismas personas que hoy para mi, tienen un nombre y un rostro concreto, y a los que llamo “familia en el Señor”. Esas personas privadas de aquello que para mi era necesario y hasta imprescindible, me hablaban con sus vidas de riqueza, ser ricos de espíritu, de sueños, de confianza en la providencia. Hoy,  después de algunos años de realizada esta experiencia sigue resonando en mi el la pregunta que el Señor le hizo a Cain: “¿Dónde está tu hermano?”. Y es esta misma pregunta que hoy 2017, me hace ser misionera en mi tierra de origen: Argentina, en virtud de mi consagración bautismal y de mi Si a la obediencia. Años atrás se cantaba: “Caminante no hay camino se hace camino al andar”… Recorriendo los caminos del Maestro es como se va modelando en mi el ser misionera, el como ser en misión.

Hermana Beatriz Vezzaro