Providencialmente el camino se abriò, y san Vicente intercediò para que pudiese recorrerlo

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Es un gusto compartir con los lectores del Blog «La via é aperta», mi experiencia como Hija del Oratorio, de un modo especial este año que se cumplen cincuenta y cinco años de la apertura a la actividad misionera del Instituto.

Conocí providencialmente a las hermanas Hijas del Oratorio, el día que cumplí catorce  años. Digo providencialmente porque durante el mes de enero, mes de vacaciones, normalmente no estaba en mi pueblo, sino que el tiempo de vacaciones escolares lo transcurría en la Ciudad de Córdoba, en casa de mi tía, tiempo que esperaba con ansias y disfrutaba muchísimo porque me gustaba la vida de la ciudad. Pero ese año, a través de una llamada telefónica, me comunicaron que mis compañeras querían que festejáramos juntas mi cumpleaños. Además a mi pueblo, Las Varas, Provincia de Córdoba, habían llegado dos hermanas para misionar y formarían un grupo de jóvenes al servicio de la parroquia. Eso era toda una novedad ya que era la primera vez que esas hermanas llegaban a mi pueblo, por lo tanto era bueno que regresara. No fue fácil decidir volver, pero a la vez, no me disgustaba la idea de festejar mi cumpleaños con mis compañeras e informarme acerca «las hermanas» que habían llegado, ya que no conocía mucho de la vida consagrada. Durante la misión, la Hna. María Storari daba catequesis a los adultos y nosotros teníamos encuentros de formación con la Hna. Carla Traballi. Me llamó mucho la atención lo que nos explicaba acerca de la vida humana y espiritual de San Vicente Grossi, de suerte tal que pensé y me pregunté: ¿Y si es esto lo que yo estoy buscando?

A fin de tratar responder a esa pregunta, a la mañana siguiente fui a la parroquia para conversar con la Hna. Carla  e interiorizarme un poco más de todo lo que nos había explicado el día anterior y me regaló tres libros, el libro de la vida de San Vicente Grossi, el libro del Espíritu de las Hijas del Oratorio y el libro de la vida de Suor María Caccialanza.

Durante el año seguí comunicándome con ella y al año siguiente vine a la Comunidad de Caseros a hacer una experiencia con las hermanas mientras cursaba tercer año de la escuela secundaria, tenía en ese momento quince años. De ese modo pude vivenciar la espiritualidad que nos dejó en herencia San Vicente Grossi, colaboraba con las hermanas, los sábados daba catequesis en una parroquia y durante la semana  cursaba tercer año del Secundario en un colegio del centro de Caseros, ya que aún, no se había abierto nuestra escuela secundaria. No tengo dudas que Dios me guío, la Virgen me acompañó y San Vicente intercedió, porque hoy, lo veo a cuarenta y dos años de distancia y salir de un pueblito de cuarenta ocho cuadras para venir a Buenos Aires, lo consideraría una “locura”, pero no me arrepiento, en absoluto, de haberlo hecho.

Durante los dos años siguientes volví a mi pueblo y cursé cuarto y quinto año de la escuela secundaria, ya que mis padres, y también la Hna. Carla, me decían que si era mi vocación iba a madurar, que era muy joven para tomar decisiones. Finalizada la escuela secundaria, de inmediato, en el mes de diciembre viajé a Caseros y comencé el período del postulantado, luego el noviciado y teniendo veinte años, hice la primera profesión. Desde ese momento han transcurrido ya treinta y siete años: retorno con ánimo el camino, porque… “El camino está abierto, hay que recorrerlo”. No dudo que el San Vicente intercede ante Dios y la Virgen para que continúe recorriéndolo, por ello con seguridad, puedo decir que volvería a elegir este mismo camino una y mil veces.

Creo que ese sentimiento se puede sintetizar en una expresión de Santa Teresita «Hay almas en la tierra que van, en vano, en busca de la dicha». No es ése el caso mío: Yo llevo la alegría dentro del corazón.

Hna Clelia

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