El espiritu antiguo y siempre nuevo de las Hijas del Oratorio

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Soy la Hna Maria del Carmen Encinas, Hija del Oratorio de 32 años de Profesión Religiosa, de nacionalidad argentina y originaria del pueblo de Monte Comán, Mendoza. Fue justamente en mi pueblo que conocí el Carisma de las Hijas del Oratorio y donde mi vocación tomò la fuerza de identificarse con el Instituto. Se agigantan las figuras de Don Grossi, Suor Maria Caccialanza y Madre Ledovina en mi discernimiento a seguir, sintiendo una sintonía entre el estilo de vida de ellos y el ideal que quería abrazar en la vida Consagrada, perpetuándose para siempre en mi existencia.

 Al inicio de mi formación religiosa, me señalan el camino dos ejemplos de Hermanas Misioneras; de una nota diversidad de carácter entre ellas y de una símile genuinidad y autenticidad de Hijas del Oratorio como estilo de vida, ellas son Suor Maria Storari y Suor Vittoria Ligabue.

Suor Maria, de una simpatía incomparable, sabía calarse en lo más profundo de la realidad argentina que no siempre era comprendida desde la realidad europea por el abismo de diversidad de una cultura a la otra. Ella con delicada caridad, libre de prejuicios, entendía la necesidad de la gente dando una respuesta concreta y evangelica que, no sólo cubría la necesidad de lo material, sino sobre todo donaba un auténtico testimonio evangelico. Los pobres de la Villa Miseria la llamaban «La Madre de los pobres». Soy testigo de haber visto una larga fila de personas con lágrimas en los ojos delante de su féretro para depositar un beso en sus manos como último y reconociente saludo terreno.

Suor Vittoria, fue una mujer de profunda y sólida espiritualidad, con una  mirada aguda y corazón materno, formadora ejemplar. Ella siempre pronta a escuchar, aconsejar y corregir a las jóvenes profesas. La hemos sentido Madre durante nuestros primeros pasos de consagradas; Ejemplo vivido en su actuar de cada día, Religiosa en la profundidad de su convicción; la hemos sentido humana en el reconocimiento de sus límites y en el pedir perdón cuando sabía de haberse equivocado o herido la sensibilidad de la otra.

Ellas me han enseñado la alegría profunda de un espíritu simple y confiado en el Señor; la total dedición a la juventud en especial aquella más frágil y necesitada, mediante una escucha incondicional; el conocimiento  con las familias donde crecen estos jóvenes; la oración confiada y vivida con un espíritu sereno; el amor a la Eucaristía, principio y fundamento de toda la existencia, y a los Sacramentos; la caridad que une, justífica y da sentido a cada cosa.

Y sobre todo el hilo mágico que une el tesoro de nuestro Instituto: un profundo espíritu di humildad; sólo desde la humildad se puede costruir un espíritu de familia, de pertenencia, de unidad, que nos hace hermanas de verdad.

La fuerza de estos testimonios de vida siempre actuales, trascienden en el tiempo y encienden la vida cotidiana, la creatividad de vivir en cada momento y circustancia el espiritu antiguo y siempre nuevo de las Hijas del Oratorio.

Hermana Maria del Carmen Encinas

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